La obra de Francisco Ceballos nace de un estricto compromiso con la abstracción porque es desde esta perspectiva donde mejor expresa sin ataduras su mundo interior, sus demonios y sus ilusiones. Sobre el lienzo se acumulan las perspectivas presentes en la naturaleza; descompone, altera y refuerza los colores, cambiando las formas originales para reformularlas y reintegrarlas de un nuevo modo sobre la tela. Mediante estos juegos geométricos Ceballos consigue unir los diferentes elementos presentes en la naturaleza que componen las partes del cuadro y organizarlas de forma estructural y lógica. En otros casos introduce lo arquitectónico como el contrapunto al mundo natural, para así conseguir un choque entre ambos mundos: el de la civilización frente a lo ancestral. Se trata de un cuento maléfico, con piezas de color plano que encajan como un puzle; hay castillos, princesas, cuevas donde se esconde unas sombras o un monstruo escasamente perceptible. Es un juego abigarrado de ensoñaciones. Las páginas de este relato mágico se superponen en capas de pintura que esconden ideas desechadas pero que cargan de emoción al cuadro, dándole potencia dramática. Frankallos entiende la pintura como un elogio al vacío, un diálogo con arquitecturas imaginarias, recursos para la reflexión y levedades orgánicas con el objetivo de producir composiciones subyugantes.
¿Qué es “REVER decimos”? Es el resultado del exhaustivo y elaborado trabajo desarrollado entre 2023 y 2025. REVER, es volver a ver, volver al inicio, a las series precedentes del autor. Por tanto, es la evolución lógica de la serie “La Jadin de ma Tante”, la cual, a su vez lo era de la serie “Martirio”. En esta nueva serie nos enfrentamos al paisaje entendido como retrato y, a la vez, al autorretrato concebido como paisaje. En “REVER decimos” Francisco Ceballos investiga la belleza entre la estética y la sociología como fenómenos presentes en nuestra cultura. Organiza su trabajo en función de clústeres o racimos cromáticos autónomos, pero en permanente dialogo con el resto; así consigue un efecto a la vez luminoso, chocante y sensorialmente estimulante. Dichas masas no tienen un significado propio, recuerdan o se inspiran en elementos vegetales, corpóreos, de la histología y anatomía humanas o de la patología. De la interrelación de todos los elementos brota el sentido de la obra, dado su origen multívoco.
Aunque el resultado final lo refuta, Francisco afirma pintar siempre el mismo cuadro, con los mismos colores y la misma técnica; en definitiva, se pinta a mí mismo. “REVER decimos” es un ejercicio de recreación imaginaria de elementos paisajísticos transformados en un conjunto de líneas que al entrecruzarse encuentran la simetría en un sistema de masas cromáticas. Conforman un conjunto de cuadros que reformulan la pintura de paisaje japonesa, a base de pinceladas rápidas y sutiles, precisas e interminables que marcan el proceso sensorial por el que la tela se expande, saliendo aparentemente del cuadro, como si las masas de color se volvieran tridimensionales.
El nombre la serie actual es un juego de palabras con el que el autor quiere viajar con el espectador hacia lo verde, lo vegetal, hacia lo natural, hacia el inicio, hacia lo inmutable. Para mayoría de nosotros la naturaleza es un ente inalterable que apenas cambia a lo largo de nuestra vida.
Estos motivos vegetales surgen de establecer las manchas cromáticas, sus puntos de cohesión y las líneas que las ensamblan. Aunque Francisco Ceballos apenas trabaja con bocetos, siempre necesita algún punto de partida: un color, una forma, algo que le lleva a decir «hay algo que tiene que salir». El artista afirma: “Tienes una idea básica de la obra que tienes en mente, pero es fundamental que durante el proceso tengas los sentidos abiertos y seas capaz de asumir lo que la obra te va exigiendo”.
Lo que vemos de la naturaleza y en concreto del mundo vegetal, son formas y colores que se relacionan entre sí geométricamente. Eso es lo que analizaba Cezanne y que le condujo al cubismo. Sin pretender emularlo, lo que Frankallos busca son esas relaciones espaciales que se dan en la naturaleza entre la forma y el trazo, entre el color y las líneas.
Organiza todos estos elementos en el cuadro desde un punto de vista fantástico y sentimental, transmitiendo una emoción al que contempla la obra.
En la pintura el tiempo es un elemento inexistente, a diferencia de otras formas artísticas. El tiempo está en el proceso del cuadro y nunca en el resultado final. Este transcurso se practica en silencio, en soledad, a medida que la verdad pintada va creciendo dentro del cuadro. Es como una película, ya que solo quedará el último fotograma o una novela en la que quedará solo la última frase. El arte plástico camina hacia adentro entre las múltiples capas que conforman la pintura; al contrario que las artes narrativas que avanzan horizontalmente y hacia adelante porque están hechas de tiempo.
A Francisco explicar su obra le resulta muy difícil porque cuando está trabajando no razona con palabras, pero sí con colores, con formas y con líneas. No hay explicación a lo que se percibe en sus telas. Claro que la tiene, pero está escondida entre capas de color, en ocasiones imperceptibles. Esto responde a las ideas que se han acumulado durante el proceso de pintar y que, por lo general, ahora ya están olvidadas y por eso no se pueden transmitir.
Uno de los problemas a la hora de interpretar la pintura actual es que buscamos un esclarecimiento verbal. Esto se debe a que la pintura durante muchos siglos ha sido textual – ahora también muchos artistas vuelven a la pintura discursiva-. Ahora es moda el arte en el que el relato es lo principal y por eso, para que el público pueda entender la obra, es necesaria una compleja disertación explicativa. La pintura figurativa es narrativa; tras ella siempre hay una historia, incluso en el retrato existe una descripción del personaje que se entiende de forma enunciada. Frankallos es partidario de que la pintura se explique por sí misma y por eso el discurso sobra. Para lograr todo esto el papel activo del público es primordial, porque para entender el trabajo de Ceballos espectador tiene que introducirse en la obra, explorándola y disfrutando de todos sus matices.
Quizá a algunos observadores las manchas les recuerden a algo conocido o establecerán relaciones figurativas entre diferentes elementos del cuadro. Eso es una pareidolia y Ceballos se aprovecha de ella. Lo vegetal, en el fondo, es una disculpa para hacer más comprensible la obra, porque en realidad no hay nada de eso. Frankallos asegura que se decanta por este mundo natural porque es una forma accesible y sencilla de alcanzar la belleza, que es su objetivo básico.
Primero es la mancha, luego el fondo; van apareciendo las formas, persisten los pentimenti; el pintor conecta las líneas y organiza las formas, buscando la simetría. De todo este ensemble resultan los motivos vegetales. En realidad, la función de mantener los pentimenti es dejar la impronta de las ideas desechadas y así mantener la conexión con las imágenes que han ido surgiendo durante la realización del cuadro, ya olvidadas. La obra de Francisco es una explosión de colores fluorescentes excesivos y escalarmente opuestos que busca estimular el sentido de la vista, generando un sentimiento extremo a través del cromatismo. Cada pincelada es un acto consciente, ético y trascendente; Ceballos disfruta con cada una de ellas y consigue transmitir ese sentimiento.
Cada pieza no es una obra cerrada, es parte de un todo en evolución permanente y en continua comunicación con el resto de las obras. Su manera de trabajar la abstracción es muy etérea, para poder expresarse a través del paisaje y de sus elementos constituyentes. Sobre cuál es el aspecto principal que define su trabajo, Francisco apunta que se trata de controlar el caos, encontrando el balance entre la intención y el proceso, lo que le lleva al resultado. Por eso es crucial mantener un equilibrio entre la idea previa y lo que ocurre durante el proceso.